Mi maestro Esteve Graset denominaba a la mayoría de sus cursos «La Voz y sus implicaciones físicas» como idea explícita de cual iba a ser el terreno de trabajo. Efectivamente todo era fisicidad como lógica no racional del cuerpo para entender algo tan material y a la vez tan sicosomático, metafísico o espiritual como la voz. Yo he adoptado este mismo título temporalmente para mis cursos teniendo la intuición y algunas experiencias clave que me han dicho que tras la voz existe algo más que implicaciones físicas. Este algo más es la VIDA, entendida como un camino de adaptaciones, miedos y sufrimientos, que van creando capas en nuestro interior que anulan nuestra capacidad absoluta de liberar. Se ajustan los bloqueos y los sonidos se hacen imposibles, como si hubieran desaparecido. Cada cual tiene sus «traumas» en diferentes partes de su ser, de su cuerpo, lo que equivale a diferentes octavas, notas o alturas. Cada nota en un piano posee una parte de nuestro cuerpo entendido también como espíritu, como emoción primitiva, que no sentimiento. Para entender cualquier aspecto profundo de la vida basta con situarnos al límite, al lado de la muerte, para que emerja el «sentido» resucitando las emociones. Como todo, las emociones tienen su equivalencia en sonidos. Sonidos que llegan y otros que se esconden no se sabe por cuanto tiempo. Por eso la racionalidad intelectual será enemiga de la exploración interior, de la verdadera acción y de la reacción absoluta con los sonidos que tiene nuestro cuerpo y que también están en el inconsciente de nuestra mente. Claves para entender serán el aquí y el ahora como presente absoluto y el silencio, el silencio que expresa más allá de las palabras.
Mi interés por la voz viene de mi conexión con la música, de mi deseo de cantar, de improvisar, de componer con la voz y de mi amor por el teatro y el cine y la construcción de personajes. Es decir, de la mezcla de áreas muy diferenciadas, pero unidas a través del uso de la voz. De la voz como elemento artístico, de transmisión.
Mi maestro fue el catalán Esteve Graset, que distanciado de las teorías de psicología analítica en torno a la voz, desarrolló su metodología para un acercamiento técnico a ésta donde la máxima concentración y emoción también estaban implicadas. Este fue galardonado por sus trabajos sobre la voz en escena y sus implicaciones físicas, por la crítica barcelonesa con el «Serra d’Or» y por la «Fundación Stanislavski» de Dinamarca tras frecuentes colaboraciones como pedagogo con el Odin theatre y la presentación de su concierto vocal «Macbeth». Como creador tuvo un currículum amplísimo y tanto la voz como el sonido de los objetos en escena, utilizados como partituras, fueron características personalísimas de su trabajo. Yo fui actor e íntimo colaborador en su/nuestra etapa de ARENA TEATRO.
Mi vida, desde la disolución de aquel grupo teatral, acompañada de trabajo y progresivamente de algo más de intuición, fue la de recopilar experiencias personales para reflexionar y seguir investigando acerca de la voz y sus posibilidades, psicológica y culturalmente mermadas. Las experiencias personales fueron de carácter interior, donde el inconsciente profundo encontró lugares en la mente consciente a través del sonido para ser poco a poco integrado. Cambios interiores se reflejaron con evidencia en el sonido y la amplitud de mi voz. Los caminos técnicos de comprensión no racional del cuerpo dejaron de tener el suficiente sentido si no iban acompañados de un intento de conocimiento del inconsciente, que reclamaba ser integrado. Este tipo de cambios no se deciden por voluntad, al menos por voluntad personal, simplemente SUCEDEN, empujados por una voluntad mayor proveniente de la mente subconsciente y de su sistema abierto de relaciones con todos los seres y cosas.
Inexplicable, pero cierto. También una serie de acontecimientos externos, acompañados de sueños, me llevaron a un lugar emocional mucha más relajado y creativo que me permitió descubrir y abrirme a los armónicos, a lo que se conoce por canto armónico u Overtones singing, algo que casi ni conocía de oídas. Experiencias mágicas que señalaron la voz como mi herramienta alquímica.
Empecé a redescubrir a pioneros como Alfred Wolfsohn, a enamorarme de su espíritu visionario, a asombrarme de su intrincada vida marcada por una misión en torno a la voz y a la psique: la de la evolución interior. A comprender las actitudes de uno de los grandes alumnos de Wolfsohn, Roy Hart, que fue líder de una amplia comunidad de artistas, todavía existente en Francia. A ver que había terapeutas, como Paul Newham en Londres, creando un corpus metodológico ampliamente perceptivo inspirado, al principio inconscientemente, de las teorías y praxis de Wolfsohn. El escuchar registros inverosímiles de voces procedentes de diferentes culturas, de origen chamánico y trascendental, como las de ciertos monjes tibetanos y las de cantantes mongoles de diferentes regiones. De carácter experimental como las del greco-italiano Demetrio Stratos. A releer «Hacia un teatro pobre» y la última etapa parateatral y ritual de Grotowski, donde se hace evidente que sus conocimientos han llegado tan lejos que el teatro como espectáculo sería limitador como fin y cuyas tesis sobre los resonadores de la voz no tiene otro origen que los denominados chakras. Descubrir al biólogo inglés Rupert Sheldrake con su teoría de las resonancias mórficas, que tiene equivalencia perfecta en el campo del sonido. A los cantantes de armónicos Jill Bruce, Jonathan Goldman, etc.
Me quedé ensimismado al vivenciar la voz como el instrumento con mayor poder transformador y con un tronco común para diferentes estilos e incluso disciplinas. Utilizando el piano como un gran diapasón pitagórico, polifónico, multifónico, espejo sonoro del cuerpo humano, ejercito las claves de neutralidad y ESCUCHA para la bajada de defensas psíquicas en el alumno que le permitirán el desbloqueo, la liberación e integración de energías primitivas y esenciales para la Vida.
Y el comienzo de la Vida fue el Verbo, para unos la palabra cargada de sentido, para otros, lo que es lo mismo, la vibración, la voz, el sonido.